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Núcleo urbano

Bétera enamora. La mejor manera de averiguarlo es pasear sin prisas por sus calles. Aunque se encuentra relativamente cerca de la gran ciudad, sólo así redescubriremos el ritmo de vida de un pueblo tranquilo y apacible. Un pueblo vivo que mantiene intactos los rasgos principales de su personalidad.

El núcleo urbano contiene espacios de visita obligada, depósitos del rico patrimonio arquitectónico y cultural heredado. Pero no es menos cierto que también está lleno de rincones y secretos reservados a los visitantes más curiosos.

Núcleo urbano

Bétera enamora. La mejor manera de averiguarlo es pasear sin prisas por sus calles. Aunque se encuentra relativamente cerca de la gran ciudad, sólo así redescubriremos el ritmo de vida de un pueblo tranquilo y apacible. Un pueblo vivo que mantiene intactos los rasgos principales de su personalidad.

El núcleo urbano contiene espacios de visita obligada, depósitos del rico patrimonio arquitectónico y cultural heredado. Pero no es menos cierto que también está lleno de rincones y secretos reservados a los visitantes más curiosos.

Bétera enamora. La mejor manera de averiguarlo es pasear sin prisas por sus calles. Aunque se encuentra relativamente cerca de la gran ciudad, sólo así redescubriremos el ritmo de vida de un pueblo tranquilo y apacible. Un pueblo vivo que mantiene intactos los rasgos principales de su personalidad.

LA BÉTERA ANTIGUA

Alrededor del cerro del Castillo se asentó el núcleo primigenio del pueblo, desde los tiempos de los íberos. De hecho, el discutido significado del topónimo del pueblo tiene su origen, probablemente, en el sustrato prelatino. En todo caso en este núcleo, de forma circular, encontraremos el entramado de las calles y plazas más antiguas, lejos todavía de los modernos ensanches. Aquí late la Bétera antigua, con interesantes muestras de arquitectura popular; la plaza del Sol, la de San Roque, la del Mercat, la Iglesia de la Purísima y la sinuosa calle Mayor… tenemos un buen rato para callejear, en un agradable paseo que inevitablemente nos llevará a la Alameda, desde hace generaciones espacio de socialización por antonomasia de beteranos y beteranas, lleno de terrazas donde tomar alguna bebida fresca o unas tapas.

EL CASTELL, EL EMBLEMA

El Castillo de Bétera preside el pueblo desde su ubicación privilegiada y es el principal referente visual junto al campanario de la Iglesia de la Purísima. El monumento histórico-artístico fue completamente reformado en la década de los ochenta del siglo pasado, después de ser adquirido por el Ayuntamiento. Esta impresionante construcción condensa y simboliza buena parte de la historia de Bétera. Edificado en sucesivas etapas después de la conquista de Jaume I, sobre la base de una atalaya musulmana, no fue hasta finales del siglo XIV que toma la fisonomía gótica, propia de un edificio fortificado al tiempo que residencial. Dentro de poco se podrá visitar el interior del Castillo, una parte del cual ya alberga la sala de plenos municipales, al abrir las puertas el nuevo Museo Etnológico. En cuanto al exterior, desde diferentes perspectivas se pueden apreciar el muro coronado de almenas, las torres esquineras, el acceso fortificado en rampa y las arcadas de medio punto típicas del gótico valenciano. El reloj de la torre no se instaló hasta el último lustro del siglo XIX. Un recorrido circular por el emblema de Bétera, por las calles y las dos plazas que lo circundan, nos permitirá percibir todos los detalles.

EL CALVARIO Y LA ERMITA

El singular recinto del Calvario de Bétera, declarado Bien de Interés Cultural, es único en el territorio valenciano por su carácter intraurbano y por la disposición espacial que plantea. Se construyó a finales del siglo XIX sobre el antiguo cementerio, trasladado a consecuencia del crecimiento urbano, y es uno de los espacios favoritos de paseo para los beteranos. Aunque tiene diferentes entradas, es muy recomendable acceder desde el portal principal, en la entrañable Glorieta. Este notable jardín urbano está salpicado de catorce casetas, cada una de las cuales corresponde a una estación del Vía Crucis, explicadas en unos paneles cerámicos en cada fachada. El Calvario desemboca en una plazoleta oval presidida por la simpática Ermita de la Divina Pastora, de estilo neoclásico. A la izquierda de la Ermita, protegido por una reja, se encuentra el Panteón dels Marqués de Dos Aguas. Se trata de una de las construcciones más características del pueblo, de planta octogonal, con curiosas tejas cerámicas, de uso privado.

LES COVES DE MALLORCA

Les coves de Mallorca, llamadas así por el hecho de situarse al este del núcleo urbano, son un conjunto arquitectónico de hábitat en cueva de la época contemporánea. En muy buen estado de conservación, desde que las adquirió el Ayuntamiento en la entrada del siglo actual, gozan de protección integral. Se trata de cuevas excavadas en la roca que se utilizaban como vivienda, actualmente destinadas a usos culturales. Una visita nos permitirá conocer de cerca estas curiosas construcciones que ocupan 10.000 metros cuadrados, con sus muros encalados, los corrales interiores y las pintorescas chimeneas de forma cónica o circular.

EL HUERTO DE LAS ALBAHACAS

Si las albahacas lucen el 15 de agosto en la Fiesta Mayor como lo hacen, superándose a sí mismas cada año, es posible gracias a la existencia de l’Hort de les Alfàbegues Manolo el Morquero, de propiedad municipal. Con la sabiduría transmitida por Manolo el Morquero, creador del sistema de cultivo que hizo de las albahacas de Bétera las más grandes del mundo, las plantas se cuidan en el huerto cada año en este espacio consagrado plenamente al principal símbolo de identidad local y objeto de cultos paganos en todo el mediterráneo. Un verdadero jardín de Adonis que se puede visitar entre la primera semana de junio y la primera de agosto, en horario de 11:00 a 13:00.

MASÍAS URBANAS, EL REPOSO DE LA BURGUESÍA

[…] donde el cielo es más azul, el aire más dilatado y sereno, y los mediodías de un oro más denso que cualquier otro paraje que haya cautivado ojo humano. Con estas palabras describía Bétera el poeta Josep Carner, el año 1907. Con la invención del veraneo el pueblo ganó fama entre la burguesía acomodada valenciana, por su ambiente natural y calidad del agua. La llegada del tren en 1891 impulsó definitivamente la construcción de numerosas masías en el pueblo, preciosas muestras de arquitectura de la época y a menudo con jardines de interés botánico, que encontraremos aquí y allá en un paseo por el casco urbano. Destacamos el Mas de Morris, conocido también como la Barraca, obra del arquitecto valenciano José María Manuel Cortina y Bien de Relevancia Local. Al ser un edificio municipal sus jardines, que cuentan con una barraca y una ermita, se pueden visitar todos los días. Del mismo modo la conocida como Casa Nebot, otra masía señorial de propiedad municipal, al lado de la estación de tren.